Número 6 - Octubre 1998 |
HOMENAJE Este mes de octubre celebramos un nuevo aniversario del descubrimiento de América. Con la gesta de Colón, se abrió el mundo nuevo, y se encontró con el antiguo. Mucho se ha dicho que en realidad lo sucedido fue un genocidio, una destrucción masiva de los pueblos precolombinos, con todo el dolor y muerte que ello significó. Esa discusión es para los historiadores, y quizás existan buenos argumentos de uno y de otro lado. Mi intención no es abundar en ese punto, sino que es contar una historia de un hombre que llegó a Chile desde España, que vivió entre nosotros y que dejó muchas buenas obras. Ese hombre se llama Ángel Navarrete Candia y quiero dejar que él se presente ante Uds. : "Nací en España el año 1912 en un pueblito de la provincia de Zaragoza llamado Purroy. Estoy radicado en Chile desde el año 1949, amparado en la ley de doble nacionalidad. Soy el sexto de una numerosa familia de 11 hijos, más dos huérfanos de padre y madre; total quince a la mesa bastante mal abastecida y no de muy buena calidad sus nutrientes. No recibí educación primaria, secundaria ni universitaria. A los 11 años era un analfabeto puro. El trabajo deshumanizado me golpeó desde los nueve años con jornadas de 12 horas diarias, en fábricas de ladrillos y ventas callejeras". Ángel Navarrete como el mismo cuenta, se forjó en el esfuerzo y el sacrificio, un autodidacta que a la edad de setenta años, lanza el primero de sus tres libros, llamado RÁFAGAS HUMANAS DE AYER Y DE HOY. De esa primera publicación se extrajo esta primera parte donde él se ha presentado. En Chile, se radicó en la comuna de Limache, Quinta región de nuestro país, donde se desempeñó como industrial panadero. Pero no sólo se dedicó a eso, sino que desplegó una basta labor social y cultural. Presidente del comité organizador del centenario de la comuna, fiesta que hasta hoy se recuerda, Presidente del consejo local de deportes, miembro destacado del la Unión Industrial de Panaderías, etc. Siempre se definió como un humanista, admirador del Hombre por sobre de todas las cosas. Un pensador, un poeta que al momento de escribir su libro lo comenzó así: "Siendo muy joven, leí esta preciosa máxima: TODO HOMBRE DEBE TENER UN HIJO, PLANTAR UN ÁRBOL Y ESCRIBIR UN LIBRO. El tiempo me dio el hijo al que eduqué con esmero. Planté árboles para que el caminante tuviera fruto, sombra y aire puro; en uno y otro caso no pensé si el árbol sería más frondoso que los otros, o el hijo el más perfecto de los humanos. Me limité a cumplir sin preocupaciones los consejos del filósofo. No me acomplejó ninguna diferencia que pudiera haber entre mi obra y la de los demás. Sabía que en lo distinto está lo normal, y hasta me hubiera resignado si el hijo nace deforme o tarado. En cuanto al libro, no fui capaz de superar los escrúpulos en muchos años. Los grandes poetas y filósofos eliminaban mi capacidad para acometer la resolución del tercer punto. Cuando leía versos de infinita belleza, la pluma se caía de mis manos, y la mente se me paralizaba. ¡Se había equivocado el poeta...! No era posible sobreponerse al complejo de inferioridad. Pasaron muchos años. Escribí muchos versos, miles; sin que la osadía me permitiera vencer los temores al ridículo de una crítica sensata. Moriría irremisiblemente sin completar tan noble misión. Un día medité: No, no se podía equivocar el filósofo; él no dijo qué clase o categoría de libro era necesario escribir, ni cuál la especie del árbol o naturaleza del hijo. Poner condiciones hubiera sido eliminar toda posibilidad de realizar con magnitud el consejo. Pensando entonces, que es mejor hacer un libro malo que no hacerlo, que todo libro malo tiene bueno y que entre las peores cosas que el Hombre puede hacer, la menos mala es escribir un libro, por regular que éste sea, me dediqué a salvar de las olvidadas carpetas estas pobres poesías, para llevarme a la tumba la tranquilidad de haber cumplido un mandato tan sublime; aunque es natural que muchos detesten la hora que se me ocurrió la obediencia a tal máxima". Y así lo hizo. Se decidió a publicar su obra, y completó una trilogía de sus Ráfagas. En el primer tomo, nos cuenta quien es, en la forma de leer los poemas, envía cartas a un recién nacido, a un viejo moribundo y a Dios, y un número importante de poemas. En el segundo libro, además de los poemas reivindica al ejército republicano español, del cual fue parte durante la guerra civil. En el tercero, cambia su estilo, y nos narra el cuento del Feto que se niega a nacer, en el cual relata con singular simpleza y maestría su pensamiento político y social. Como él mismo cuenta, fue oficial del ejército republicano español, sufriendo el exilio en Francia primero, y luego ancló en nuestro país. Sin duda, una de las cosas que más gratifican es recibir homenajes. Pues bien, Don Ángel los ha recibido todos: Hijo Benemérito de Limache, Miembro honorífico de la Unión Industrial de Panaderías, de la Asociación Taurina de Madrid; el estadio municipal de Limache lleva su nombre, etc. Pero lo más importante que todos estos honores los recibió en vida. Volviendo a su obra literaria, él le escribió a todo lo imaginable, al hombre y la mujer, al niño y al anciano, al Quijote y a Einstenio, al borracho, al payaso, a la Justicia, etc. Imposible e injusto sería publicar fragmentos aislados de sus poemas, y extenso sería publicarlos completos, ambas cosas escapan a nuestras posibilidades. El día 28 de Julio recién pasado, Ángel Navarrete Candia dejó físicamente este mundo. Al morir él solicitó en uno de sus poemas lo siguiente: QUE ME ENTIERREN CON UN LIBRO Cuando la campana
suene
Un libro, de
cualquier tema;
Colóquenme
boca-arriba
¿Quién
será mi defensor
Los faraones
llevaban
Yo, pido "papel",
al cubo
Que no formen
oropeles
Con el corazón
de pie
Si llevara algún
gusano
Yo, sé
que si Jesús ve
Se cumplió su voluntad, y se le sepultó con los mejores libros que se pueden encontrar para una persona: los escritos por él mismo. Este fue un gran hombre, como muchos
en este mundo, pero que tiene la particularidad de ser un padre para mí,
y disculpen la molestia, quise en esta fecha compartirlo con Uds., y decir
que cuando yo tenga mis hijos, y estos me pregunten cuáles han sido
mis modelos en la vida, será un orgullo para mí decirles
que el principal fue un Hombre bueno que vino desde España, que
entregó mucho a este mundo y que su nombre es Ángel Navarrete
Candia.
SODOMA "Sin Mareo" es una columna hecha por Sodoma, quién acostumbraba discrepar de "Gomorra" en las dos facetas de la realidad que nos mostraba "Contracara". Ahora Sodoma expone su punto de vista e invita a sus lectores a confrontar sus opiniones con las de él, a ver si acaso no están un "poquito mareados". Si deseas que SODOMA escriba sobre algún tema de tu interés, o quieres hacerle llegar tus comentarios o preguntas, escribe a sodoma@atico.cl y él gustosamente te responderá. |