Número 7 - Diciembre 1998 |
CARTAGENA... DE CHILITO, NO DE INDIAS A un poco más de una hora de Santiago, vía autopista del sol, y si es que uno no se equivoca de entrada y parte para quién sabe dónde, se encuentra este mentado y vilipendiado balneario de la costa central. Nunca me he aventurado a visitar su playas en temporada de verano, así que este relato es sobre Cartagena con poca gente y bulla. . Hace unos pocos años, apenas unos 90, Cartagena era el balneario de moda para los santiaguinos elegantes... por ahí me cuentan que mi bisabuela se iba en tren con toda su enorme familia y unos cuantos allegados, entre los que se contaba nada menos que el pintor Pedro Lira... mientras camino por la playa, trato de imaginarme a esta señora que sólo he visto en los cuadros del mentado pintor... veo a una mujer de traje largo, de esos con polizón... me imagino que el vestido iba arrastrándose por la arena y debe haber sido un asco en los bajos... sombrilla en mano, de esas blancas, llenas de encajes y borlas, pues no era chick quedar con el ahora considerado fascinante dorado en la piel... una tía abuela relataba que pasaban todo el verano allá, se iban a la playa, hacían picnic, con huevos duros y todo eso... algunos osados se bañaban con esos trajes de baño a rayas... mi tía abuela se enamoró allá, entre verano y verano, y se quedó por esos lados, en San Antonio... pero esa es otra historia... Amanece en Cartagena, es un día soleado, la Playa Grande está desierta, sólo los perros sin dueño y alguno que otro pescador aficionado disfrutan de la arena.. está bastante limpia por estos días, el sol tiñe de dorado la espuma marina... supongo que los colores son los mismos cuando es verano y esto está atestado de gente y carpas y perros y basura y malos olores... pero me imagino que debe costar un buen esfuerzo rescatar la magia de la costa entre tanto hormigueo humano. Camino por las calles, con subidas, bajadas, escaleras y recovecos un poco menos imposibles que los de Valparaíso, y pienso que nunca averigüé cuál era la casa en que se alojaba mi antepasada y su corte... tarde es, pues ya no queda nadie a quién preguntarle... pero sigo jugando con mi imaginación... hay hartas casa viejas, de esas de madera, de varios pisos, con agujetas, torreones, galerías... ¿cuál de todas estas sería?... quizás ya ni existe... camino entre casas viejas, desvencijadas, algunas a punto de caerse... a otras se les ha ido guarda abajo hasta la fachada producto del terremoto del 85... las que todavía se sujetan están convertidas en alojamientos y pensiones baratas donde se puede dormir si se anda con el bolsillo escaso... aquellas casas que eran el orgullo de las familias acomodadas ahora son residenciales, hoteluchos, y esas cosas... con vidrios quebrados, ventanas a medio caerse, y puertas chirriantes... están llenas de parches y clavos, pintadas una y otra vez sobre los cascajos de pinturas anteriores... intentos de recuperar la dignidad perdida...
¿Qué haría durante el día la bisabuela?, ¿caminaría por estas mismas calles que recorro ahora?... en esos años no había luz eléctrica, recién había llegado a Santiago, ¿cuándo llegó a Cartagena?... ¿andaría con esos botines de taco, los borceguíes?; pues mala cosa debe haber sido, pues las bajadas son suicidas encaramada en varios centímetros... las calles deben haber sido de tierra, o a lo más empedradas, el polvillo debe haber volado feliz, luego del paso de los carros... supongo que la cantidad de gente que se veía en verano era la misma que se ve ahora en invierno... mi bisabuela se debe haber juntado con sus amigas.... mis tíos y tías con la juventud de la época... en fiestas, sin radio, sin tele, quizás con algún piano melancólico, o alguna orquesta pequeña... ¿los niños habrán jugado igual con la arena?, o quizás no los dejarían, para que no ensuciaran la ropa, y los encajes y esas cosas... las casas de los elegantes deben haber sido lujosas, a juzgar por el tamaño y el tipo de construcción... hoy el sol las quema, están tapadas de cables y más cables de teléfonos, televisión, luz... los postes se yerguen justo delante de las fachadas más bellas, o de las ventanas con mejor vista... de hecho tengo una buena colección de fotos de postes más que de casas. La mayor parte del comercio frente a las playas está cerrado, todas las cortinas abajo... avisos de "se arrienda" o "se vende"... los restaurantes vacíos... las playas limpias, el agua transparente y fría... pocas radios encendidas en los boliches... el comercio de la plaza abre a la hora que quiere; total, hay poco público... los alojamientos vacíos, con sus letreros colgando inútiles al viento: "alojamiento", "residencial", "hospedaje", "refugio", "piezas", "duchas", "baños públicos", "teléfono público"... un letrero sobre brujas y escobas que intenta hacer conciencia pública sobre la limpieza... los mozos de los restaurantes salen a la caza de clientes... yo sigo recorriendo las calles, las subidas, las bajadas, las escalas escondidas en cualquier rincón... tomo fotos, aprovecho el aire límpido y los colores, las casas, los rincones, los detalles... ¿Cómo será esto en verano?... miles y miles de personas arranchadas, literalmente, en la Playa Grande, en carpas hechas con frazadas, plásticos, bolsas de basura, lo que sea... sin un peso en los bolsillos, o al menos con muy pocos... otra cantidad igual de perros vagos que crecen al amparo de los restos de comida de los veraneantes... la arena ni se debe ver con tanto cuerpo humano encima, el mar sucio de tanta cáscara de sandía y tomates y huesos de pollo... todas las camas, ofrecidas por lo letreros ahora útiles, deben estar ocupadas con al menos una personas; restaurantes llenos; radios a todo volumen... el comercio funcionando a horarios conocidos, pues ahora hay público; los infaltables antisociales, peleas callejeras, discoteques, salsotecas... mmm, prefiero quedarme con la imagen de mi bisabuela...
Sigo imaginando a los elegantes de antaño, mientras veo restos de esplendores pasados: casas construidas según el estilo de la época, en lugares estratégicos, para acaparar la mejor vista de la bahía... puertas y marcos de maderas finas, vidrios biselados que aún subsisten en algunas mamparas... palmeras que marcan el sitio donde se irguió orgullosa alguna casa... por ahí esta la casa de la familia Montt, más acá la del presidente Aguirre Cerda... ahora son casas llenas de fantasmas... ¡y pulgas! Casas imposibles de mantener por su tamaño, que se van derruyendo año tras año... enredadas entre tanto cable y cemento y gente y casas nuevas... mientras sigo aferrando la imagen de mi bisabuela algo logro atrapar del encanto antiguo de Cartagena... pero se me desarma entre los rastros del verano, la suciedad y el desagüe de las alcantarillas en la playa, que de noche es más obvio, por el reflejo de las luces en el agua... Es de noche en Cartagena, las luces de la costanera iluminan las olas... pienso que mi bisabuela veía el mar de noche sólo cuando había luna llena...
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