Número 3 - Julio 1998
LA ESCOBA VIAJERA

UN PARTICULAR VIAJE EN TREN

Ríobamba, Ecuador, 5:45 de la madrugada, 2.750 mts de altura... el frío entume hasta los pensamientos futuros... no por nada le apodan "Fríobamba", en honor a las temperaturas irrespetuosas que lo asaltan a uno apenas pone un pie en la ciudad..

En la estación del Ferrocarril Trasandino, ecuatorianos y extranjeros luchan por conseguir un boleto, los afuerinos deben pagar el doble de la tarifa local.

A las 6:00 AM me instalo en uno de los carros de 1ª clase, asientos de madera con escaso acolchado; sin baño, sólo un forado que conecta directo con la línea férrea... los otros carros y la locomotora se pierden en la negrura de la noche, pero se intuye su existencia... estoy aquí porque un ecuatoriano guía de turismo indicó este viaje en tren como uno de los más espectaculares: bajada desde la sierra hasta la costa, en Guayaquil, descendiendo 3.000 mts de altura en 16 hrs... y un detalle: el tren se llena, por lo tanto hay que viajar.... ¡en el techo!

Bueno, en realidad se puede encontrar espacio adentro, pero el chiste es hacer el trayecto arriba, al aire, al viento... sin lluvia, Dios mediante, me dicen; sin nubes... valga la aclaración de que en este país se viaja en el techo de los transportes por la escasez de vehículos de locomoción, sobre todo en las áreas rurales... y bueno, los turistas hacen lo mismo, pero por simple amor a la aventura.

Comienza a moverse esta cuncuna mecánica, en medio de la oscuridad reinante y de los variados idiomas que se escuchan aquí. Primera estación, Cajabamba, 3.167 mts., una densa neblina apaga la claridad del alba, mientras una familia en plena mudanza sube unos sillones de felpa a un carro plataforma... ¡esto merece una foto!... bueno, también me gano un chinchorrazo descomunal en el zoom de la cámara, por saltar las muelas de enganche entre los carros... ¡chuatas!, menos mal que sigue funcionando. 

A la siguiente estación, Guamote, hay que encaramarse al techo... por las escalerillas, trepamos extranjeros varios, con mochilas al hombro y cámaras al cuello.... mmmh, ¿dónde y cómo me instalo?; hay un tablón sobre el techo curvo de zinc o algo parecido... buen lugar para asiento, y puedo amarrar la mochila... además hay un reborde donde puedo afirmar los pies... ¡¡¡comienza a moverse el tren!!!... ¡¡hay que sujetarse!!

7:30 de la mañana y voy con el alma al viento, cabalgando sobre una cuncuna ruidosa... un letrero metálico pasa demasiado cerca de las cabezas de unos pocos despistados que olvidan dónde vamos... desfilan cerros de verdores lujuriosos, valles, montañas, el cielo azul jugando a ocultarse tras nubes voluptuosas... entre sacudida y sacudida del tren se hace vida social: al lado tengo a un belga y dos suizos, más allá cuatro gringos... chistes en todos los idiomas... un ecuatoriano guía de turismo anuncia que viene un túnel... un chistoso disfraza su voz de ambulancia; carcajadas, risas, la adrenalina nos mantiene a todos en un estado de excitación... el inspector del tren también sube al techo a revisar boletos... y ese personaje que se acerca, caminando desafiante, erguido... ¡¡¡es un vendedor ambulante!!!

A casi 3.000 mts de altura sucede que se ven nubes desde lejos y a la vuelta siguiente del tren estamos dentro de ellas... vamos por entre medio de la Cordillera de Los Andes, cerros, montañas y masas de rocas, todas vestidas de verde, por el milagro de la lluvia eterna de este clima... mi nariz sangra de tanto frío y de tan poco oxígeno... los dedos se me congelan en el obturador de la cámara... por fortuna no llueve, pues ya imagino hacer este trayecto bajo un aguacero demencial, de esos que se suelen descargar en estas latitudes... hoy el cielo, con su atuendo de nubes desgajadas, permite a estos viajeros ser espectadores del esplendor de las tierras de la sierra ecuatorial.

Dos estaciones más y llegamos a Alausí, a 2.600 mts... aquí sí que el tren se repleta, nos advierten, no hay que bajarse pues se pierde el lugar... por las escalerillas laterales de los vagones suben decenas de turistas de todas las edades, cabezas rubias y oscuras van llenando los techos de este tren insólito con aires de cabalgadura... el carro con los sillones de felpa se llena de carga, y unos cuantos pasajeros se instalan en los cómodos y mullidos asientos... un gringo que se hace llamar Goyito me insiste en que debo ser hindú, por mi color de piel... de aquí nos vamos rumbo a la Nariz del Diablo, dice un ecuatoriano... ¿y qué es eso?... ¡pues ya mismo van a ver!

Ahora si que la chacota es cosa seria... apretujados y sonrientes nos afirmamos entre todos cuando los frenazos del tren son demasiado bruscos... sujetando mochilas, cámaras, brazos, comida, bebidas, cigarros encendidos... pasamos por roqueríos, bordeamos acantilados inescrutables, con nuestros pies colgando hacia el abismo... todos gritamos como en una montaña rusa... vienen más túneles, avisan los ecuatorianos, este viene bajo, hay que agacharse... no les creo... ¡cresta!, alcanzo a esconder mi cabeza... ¡era cierto!... y no alcancé a tomar una foto... ¡cuidado con la señalización!... ¡ossssooooo!

Una pareja de ecuatorianos me preguntan si soy chilena... ¿cómo lo supieron?... pues por el acento cantadito, dicen... ¡¡ !!... ¿que acaso has visto a los artistas de la novela rompecorazón?, ¿pero así en la calle o algo?... esteee, nop.... curiosa pregunta... otra vez me interpelan: ¿y eres del colo o de la chile?... esteee, de ninguno, no me gusta el fútbol... un violento sacudón interrumpe el interrogatorio: llegamos a un caserío, desde aquí el tren enfila hacia la Nariz del Diablo. 

Zarandeos varios y empezamos a subir por una pendiente, con la locomotora empujando desde atrás... ¿qué mejor momento para cantar y bailar eso de "cachete con cachete y pechito con pechito"?... algunos locos se paran sobre el techo inclinado... el resto sujetamos de donde sea a los intrépidos... las risotadas y los idiomas se mezclan, alemán, suizo, inglés, castellano, francés, quechua... ¿pero cuál es la famosa Nariz?; no falta el que señala a un individuo cualquiera de nariz prominente... vamos por una ladera de un valle profundo y verde, al fondo se esboza la silueta de un cerro más, que digamos tiene una forma que sugiere una nariz... pero, ¿la del Diablo?... más adelante, al mirar hacia atrás... ¡ahí sí!... pero ni tanto... ¡en fin!.

El viaje prosigue, y ahora descendemos rápidamente, la velocidad del tren aumenta, y el peligro también... es hora de quedarse sentados contando chistes, de compartir experiencias entre viajeros incansables... ¿y qué lugar recomiendas que conozcamos de Chile?, me preguntan; aprovecho de hacer algo de propaganda turística... mi cabeza reclama por los cambios de altitud, el gringo Goyito insiste: ¿no tendrás antepasados hindúes?... ¡y dale!... que no, le digo... mientras hacemos una cadena de brazos para sujetarnos... la vía férrea se desenrolla cuesta abajo hasta que llegamos a Sibambe, donde el tren se descarga un poco y algunos viajeros aprovechan de descender a aliviar vejigas a punto de reventar.

Una estación más: Chan-Chan, aquí me quedo... 8 hrs. de viaje, hemos descendido a los 1.500 mts... también se baja el amoblado de felpa... la mayoría de los turistas siguen viaje hasta Bucay, dos estaciones más adelante... suben más pasajeros, el tren sigue atestado, con gallinas, chanchos, fardos de pasto, extranjeros y viajeros locales. 

De aquí salgo en un bus que repta por uno de los costados del valle... con el corazón alegre, pulmones y nariz heridos, y el pelo tieso me despido de la cuncuna mecánica que gusta de ser cabalgada... desde lo alto le tomo una última foto... en su lomo se divisan unos locos sedientos de aventura, como sucede todos los días miércoles en este rincón de Ecuador.
 


BRUJA

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