Número 4 - Agosto 1998
DESDE EL TEJADO


"Mi corazón tiene una tremenda ventaja que no tienen los otros… 
porque va acompañado de todo mi yo…
te quiero mucho"

¿Bonito? Esta frase puede ser dedicada a cualquier amado o amada en el mundo. Sin embargo, y a pesar de su apariencia romántica, no es más que un "producto", enmarcado dentro de las más modernas técnicas de venta, presentación y marketing. Es una frase "envasada", estándar, lista para ser consumida ya que no requiere mayor preparación, como un "fast-food", una "cajita feliz" de un Mc Donnald o una "torta lista" de Nestlé. Frases al oído del amado, baratas, bonitas, con efecto garantizado.

La verdad es que hemos venido asimilando casi sin darnos cuenta una verdadera avalancha de conceptos importados del cariño, donde todo viene envuelto en paquetitos de color rosa, plagados de corazoncitos y ositos abrazados. Donde se pretende representar el modo correcto de ser romántico. Ya pasó esa época de poemas desgarradores o frases escritas en una hoja de árbol, ahora todo lo dictamina la maquinaria "Village" o similares, con sus tarjetas doradas, sus puestas de sol con amantes abrazados, sus mil tonos pasteles, sus frases trilladas y romanticonas, su 14 de Febrero y día de la amistad, ocasiones propicias para las buenas ventas.

Ya no nos extrañan estos "supermercados de tarjetas", que se anuncian con una publicidad pegajosa que nos incita a abandonar nuestra propia creatividad para usar frases importadas, dulzonas y carentes de verdadero sentido. "Dígaselo con Village" nos canta una tierna voz infantil, es decir, "no cometa el error de dárselas de poeta con frases que no le van a gustar, usted no es creativo, ella o él no quiere ver su caligrafía en un papel, sólo quiere ver una tarjeta o pergamino rosa con un dibujo hermoso y una frase bonita con nuestro logo en algún sitio ; no cometa el error de dibujarle a su amado, ni de componerle poemas o frases, eso es anticuado, ya pasó de moda, déjenos ese trabajo a nosotros". Sin embargo, aquí hay que detenerse un segundo y pensar, ¿qué tiene mayor valor ? ¿Entrar a un local, seleccionar una tarjeta, pagar $700 y señalar su origen mediante una firma? O… ¿de nuestro puño y letra, de nuestro propio esfuerzo, darnos el trabajo de hacer algo por quien queremos ? Nos hemos acostumbrado a pagar por todo, hasta por el romance, a tener soluciones fáciles, prácticas, que no nos compliquen la vida... y eso no es el verdadero sentido del amar. 

Como es lógico estas tendencias han venido a modificar nuestras costumbres, creándose una verdadera "cultura", toda una forma de ser "Village", algo que se ha reflejado incluso en nuestro trato diario, donde da la impresión de que, en los juegos del amor, los nombres propios son "poco cariñosos". Llamarse Juan, Pedro, Ana o Patricia, suena muy frío, poco "tierno" por lo que recurrimos a un sinfín de términos más "suaves": 

ZOO-NIMIA
 

Algún día alguien tendrá que inventar la palabra correcta. Por ahora usaré "zoonimia", como la costumbre de llamarse por nombres de animales en lugar del propio. Así, para algunos amantes no existen Luises o Marías, estas denominaciones entregan su lugar a "chanchitos", "perritas", "gatitas", "monitos", "ositos", "ratoncitas", etc., la fauna completa y en diminutivo, las que por esas cosas del lenguaje romántico, más encima son acortados con el evidente afán de que suenen aún más "tiernos", quedando resumidos en interminables "chanchis", "perris", etc.

No sé en realidad qué puede tener de romántico el llamar a tu pareja "chanchi". A mí, al menos, se me viene a la mente un cerdo (eso es un chanchito, un cerdo), revolcándose en el fango, acompañado de un ejército de moscas, parásitos y malos olores, profiriendo un "Onk-Onk" repetitivo. Algo que me puede parecer pintoresco o divertido, pero en ningún caso tierno. Imagen muy distante de la de cerditos rosados de grandes ojos y mirada melancólica que nos venden en el mundo "Village". 

INVENCIONES
 

Cuando el reino animal se agota, y sus denominaciones no son suficientes, el imperio del amor recurre a la creatividad e ingenio para abastecerse de motes. Así, hallamos multitudes de parejas llamándose "mi luli", "mi pumpi", "mi bubi", cientos de "mi - algo terminado en i". Ciertas contracciones difíciles del lenguaje también son recurso frecuente en este campo. Así no es raro oír unos "Papurri", aparente combinación de "papito" y "burri" (¿de burro?)

LOS EUFEMISMOS MENTIROSOS
 

No basta con que el amado tenga ya suficientes problemas o complejos con su físico, parece que hubiera que refregárselo continuamente en la cara mediante apelativos "cariñosos" : "gordi" (de gordo), "flaqui" (de flaco), "negrita" (de morena), "pelaíto" (de calvo, pelado ; este apodo constituye una excepción ya que es imposible "aderezarlo" según las románticas acepciones modernas ya que no funciona con las desinencias "i"), ". Y mejor no profundizar en cualidades más bien relacionadas con la personalidad o intelecto del amante, como "guagüi" (de aguaguado), "tonti" (de tonto), "loqui" (de loco), "cochi" (de cochino), etc. 

LAS COSIFICACIONES Y DIMINUTIVOS
 

Cuando no hay ingenio o copia suficientes, surge la costumbre de homologar al ser amado con alguna cosa, así como usar el nombre propio con el auxilio inevitable de un diminutivo. "Cosita" es el mejor ejemplo de la "cosificación" romántica. Del mismo modo podemos citar los "rulito", "palito", "bigotito", "merenguito", etc. Cualquier cosa que pueda ser nombrada con su diminutivo y que tenga un timbre "tierno" puede ser usada en el lenguaje coloquial de los enamorados. Ahora, qué exactamente significa el que te digan "cosita", nadie lo sabe a ciencia cierta, tal vez, dicho honradamente, se refiera a que el amado parece cualquier "cosa" y es menos ofensivo refrendárselo con el "cosita".

La frase romántica por excelencia suele venir asociada a flores o plantas en todos sus tonos y colores. "Pimpollito" (capullo de rosa), "Clavelito", "Capullito de Alelí", etc. No siempre encontramos una correspondencia física entre la denominación y el denominado, distando mucho algunos de parecer un "capullito", pero en fin, son las cosas del amor.

Lo mismo los nombres, un Roberto, se transforma en "betito", un Juan José en "Juanji", una Verónica en "Verito". Si de usar los nombres se trata, se busca que éstos pierdan toda la sequedad que su uso supone y son reservados sólo para los momentos en que se expresa rabia o ira : "¡Ernesto!, ¡Estoy cansada de tu desorden!"

¿Son todas estas denominaciones un defecto en nuestras relaciones ?. No necesariamente. Todos somos libres de escoger el mejor modo de tratarnos. Sólo que la gran mayoría de estos epítetos obedecen más bien a la ciega costumbre y la comodidad, que a una intención determinada en las personas. Mucho hay además, de la contaminación procedente del mundo rosa de Village. No olvidemos además que nuestro país parece ser el reino de lo chiquitito : ofrecemos cazuelitas (se va a servir una cazuelita pal frío, viene con papitas, pollito y caldito), pancitos (sírvase pancito mijito), tecitos (quiere cafecito o tecito), que a nadie le extrañe si en el amor todo es un continuo ito ito ito.
 

P.D. Chanchi, sé que esto que escribí acá a lo mejor no te va a gustar… pero me dijeron que hiciera algo incisivo… por eso, cuando llegue a la casa te voy a hacer unos "huachi-huachi" para que me perdone mi negrita… tuyo, tu pichoncito… 
 


CUCHO

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