Número 2 - Junio 1998
DEL CINE AL SOFÁ

...mmm... el amor

Dejé mi alma en la Alameda cubierta de hojas secas
Relámpago caído en pleno desierto,
tu recuerdo,
palpitante y fúnebre como herida abierta.

Hace unos días alguien me preguntó que por qué mis cuentos estaban relacionados con temas románticos, que si acaso esa era mi tendencia, lo que me caracterizaba como autora, el romanticismo. La expresión de su cara me hizo sentir comparada a Corín Tellado y aunque nunca he leído una de sus novelas, la comparación no me gustó mucho. Le di una respuesta algo vaga, le dije que las relaciones amorosas en todas sus formas y expresiones son una fuente enorme de inspiración, son interesantes, entretenidas e intrigantes dependiendo de como se entrelacen sus elementos, dependiendo de la habilidad del autor para transmitir emociones, cualquiera que éstas sean, en todo su potencial y llevar al receptor a través de un laberinto de imágenes y sensaciones. El amor ha sido usado para establecer intriga en historias de suspenso como El Fugitivo (Andrew Davis, 1993), un drama policial puede ser producido por un crimen pasional como en El Cartero Llama dos Veces (Bob Rafelson, 1981) o Tacones Lejanos (Pedro Almodóvar, 1991), una historia de ciencia ficción puede ser condimentada con un poco de romance como en Mimic (Guillermo del Toro, 1997) o 12 Monos (Terry Gilliam, 1996) y así sucesivamente. Sin ánimo de sonar cliché, el amor forma parte de nuestra vida cotidiana, está presente en cada cosa que hacemos, y como tal, no es extraño que sea objeto de observación y expresión creativa.

La idea de que el amor es la fuerza elemental y única que establece el eje manipulador sobre el cual gira nuestra existencia, no es algo nuevo en el cine. En El Quinto Elemento (Luc Besson, 1997), por ejemplo, la heroína (Milla Jovovich), el ser capaz de salvar al planeta de ser destruido por una bola de fuego que representa las fuerzas del mal, duda el ejecutar su tarea al descubrir que la humanidad está en constante autodestrucción. En el mundo hay dolor, guerras, gente que sufre en manos de otros, pero también hay amor y es sólo por eso, y por los besos de Bruce Willis, que la humanidad merece ser salvada. Bram Stoker’s Dracula (Francis Ford Coppola, 1992) gira en torno a la idea, romántica y a la vez angustiosa, que el verdadero amor nunca muere, el amor controla el destino de los amantes condenándolos al dolor de la pérdida, pero prometiendo el reencuentro, en otra vida, a través del tiempo. Aquí la expresión de amor más sublime es terminar con la muerte en vida, la condena del romanticismo, liberando al alma de su perpetua agonía.

Sin duda, las historias de amor más familiares son las que provienen de las comedias románticas. Como bien está ilustrado en películas que, se podría decir, marcaron un hito como Cuando Harry Conoció a Sally (Rob Reiner, 1989) y Sleepless in Seattle (Nora Ephron, 1993), así también en The Truth About Cats and Dogs (Michael Lehmann, 1996) y The Weddign Singer (Frank Coraci, 1998 ) --película que pronto será estrenada y que recomiendo ver a los amantes de las comedias románticas y de la cultura de los 80, no porque sea un film extraordinario en cuanto a guión o cinematografía, sino porque ofrece unos cuantos momentos divertidos, tiene una música excelente y una buena ambientación, que a más de alguien le hará recordar cuando pasaba las penas escuchando a The Cure, se peinaba como Madonna, bailaba como Michael Jackson y entremedio escuchaba la hora de rock latino con Pirincho Cárcamo en radio Galaxia-- la fórmula presente en todas las comedias románticas es: la niña y el niño se conocen, se gustan, por alguna razón no pueden estar juntos, o lo están y luego sucede algo que hace que se separen, hay uno que otro momento cómico-angustioso, pero siempre vuelven a juntarse. La película se acaba haciéndonos creer una vez más en el amor y su fuerza liadora. 

Ultimamente la fórmula de las comedias románticas ha cambiado, haciéndose más parecida a la vida real, o mejor dicho, menos similar a los cuentos de hadas. Las películas ya no terminan en que la pareja se casa y vive feliz para siempre, ahora la pareja simplemente no habla de matrimonio, los amantes no son una pareja sino que un trío, el niño no se queda con la niña de sus sueños, etc. La irresponsabilidad, el egoísmo, los sentimientos mezclados y las dificultades de la vida diaria han encontrado su camino en las comedias románticas. Este toque de realidad un tanto dramática no hace que las películas de este género sean menos graciosas, pero sí produce un cambio en esa sensación de bienestar que comunmente dejan las comedias románticas luego de verlas, ahora queda una sensación de ambigüedad. 

En The Object of My Affection (Nicholas Hytner, 1998) película que será estrenada en Noviembre y que vale la pena ver por el enfoque un tanto analítico que se le da al tema de la sexualidad y la familia, el conflicto se presenta cuando la niña (Jennifer Aniston de Friends) se enamora de su amigo (Paul Rudd de Clueless, Amy Heckerling, 1995), un profesor de educación primaria que es homosexual, con el cual comparte un departamento luego que él ha sido dejado por su pareja de años. En La Boda de Mi Mejor Amigo (P.J. Hogan, 1997) Julianne (Julia Roberts) se entera que su amigo, quien la ha amado por nueve años, va a casarse. Desesperada por la noticia, va a la recepción dispuesta a reclamar el amor que él le ha profesado y declarar el suyo esperando así parar la boda. En Chasing Amy (Kevin Smith, 1997) la relación entre dos amigos se ve comprometida cuando uno de ellos se enamora de una niña bisexual. En Two Girls and a Guy (James Toback, 1998) película que marca la vuelta a la pantalla de Robert Downey Jr. con una buena actuación, y que pronto será estrenada, el conflicto se produce cuando las dos niñas que el protagonista tiene por pareja, se conocen fuera de su departamento mientras lo esperan para darle una sorpresa. Esta película tiene uno que otro diálogo interesante, situaciones poco creíbles, un formato de obra teatral y pretende analizar las relaciones de pareja y las alternativas presentes en el mundo actual, pero se queda corta.

Además de la sexualidad, otro elemento presente en las películas románticas que remece un poco el género, son la circunstancias de la vida diaria que hacen, a los personajes, dudar de sus relaciones de pareja y los hacen buscar en otros lados la felicidad, pero al mismo tiempo cuestionando las decisiones tomadas. En The Horse Whisperer (Robert Redford, 1998) --que será estrenada en julio, y que es más bien un drama romántico que una comedia, la cual no ofrece mucho más que una cinematografía hermosa que puede compararse a la de las películas de Akira Korosawa y a las escenas de Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994) cuando el protagonista corre a través del sur de Estados Unidos-- una mujer profesional (Kristin Scott Thomas de El Paciente Inglés, Anthony Minghella, 1996) reexamina el sentido de la vida luego del accidente de su hija de 13 años e intenta reconstruirla escapando de la ciudad hacia el sur. Esta película establece el paralelo conocido entre los caballos y la libertad del espíritu. En She’s so Lovely (Nick Cassavettes, 1997) una mujer (Robin Wright de Forrest Gump) se enfrenta a la decisión de continuar con su vida estable de familia o volver a la que tenía con su primer marido que, al salir de un hospital siquiátrico, vuelve a buscarla y a reclamar el amor que habían compartido. En Hope Floats (Forest Whitaker, 1998) un mujer (Sandra Bullock) se entera en un talkshow que su marido pretende dejarla por su mejor amiga, y vuelve con su hija al pueblo donde creció y a la casa de su madre, para intentar rehacer su vida.

No es la originalidad del tema central propiamente tal, sino que la forma en que éste está presentado y si efectivamente el guión y las actuaciones hacen que el público sea capaz de establecer un paralelo entre sí mismos y lo que le sucede a los personajes en pantalla, lo que hace del romanticismo un género interesante y atractivo.
 


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