GRACIAS A LA VIDA.
Probablemente resulte un poco simple hablar de un hecho tan cotidiano
y usual como es la vida. La vida y su antítesis, la muerte que,
pese a todo, es otra manera de representar la vida. La vida y los recuerdos
que permiten a los muertos permanecer en nuestra existencia diaria e, incluso,
sembrar su imagen en la memoria de personas que no llegaron a conocerlos.
Son pocas las producciones artísticas o literarias que utilizan el
tema de la vida como “leit motiv”, a pesar que todas ellas vibran, en mayor
o menor medida, con impulsos vitales. Pero cuando el tema de la vida surge
en la conversación cotidiana nos cohibimos, como si fuera tan difícil
hablar de lo que hacemos a diario: vivir. Recuerdo, al respecto a una magnífica
poeta chilena y musiquera popular que siempre se atrevía a hablarnos
de la vida. Su nombre, Violeta
Parra. Señora de los caminos, hija de una guitarra y un cántaro
de greda a quien su hermano, el poeta Nicanor
Parra, describiera de la siguiente manera:
“chillaneja locera y costurera,
bailarina de agua transparente,
árbol lleno de pájaros cantores.
Violeta Parra.
Has recorrido toda la comarca
desenterrando cántaros de greda
y liberando pájaros cautivos..."
Violeta, enamorada casi en la vejez no fue capaz de sobrevivir al
encanto del amor mal-pagado y se fue por los caminos de la muerte a la
tierna edad de los 49 años, sin pensar que su decisión nos
privaba del milagro de su existencia y de su producción literaria,
musical y artística que nosotros los chilenos no tuvimos la oportunidad
de agradecérselo en vida, como ella se lo merecía.
Violeta, sin embargo, al morir nos dejó su inmenso amor a
la vida en su canción: Gracias
a la Vida. Cuando la escuchamos, a mediados de la década de
los años 60, no sabíamos que ese era su testamento. Recuerdo
en estos momentos a esta extraordinaria mujer que se quitara la vida en
un momento amargo de su existencia porque, si usted lee las páginas
rojas del periódico, puede percatarse que el suicidio se ha convertido
en un hecho cotidiano para nuestra sociedad y es rara la voz amiga que
tienda una mano a esos espíritus solos que necesitan ayuda y afecto
para seguir viviendo. Por ello, pensando en el testamento de Violeta quiero
enviar este mensaje como un puente entre aquellos que están vivos
y con ganas de vivir y aquellos que están vivos y no saben qué
hacer con su existencia.
Rolando González Altamirano
(desde México)
|