VIAJE IMAGINARIO
Espiritual y místico
Abordo el tren que me llevará en un largo viaje y mientras
miro el paisaje me voy adormeciendo y alejando de la realidad. Mi imaginación
me lleva a tierras milenarias y me veo caminando por las calles y callejuelas
de Delhi o de
Bombai, de Cachemira, Calcuta, Bengala, Benarés, Jaipur o tantas
otras ciudades de este semicontienete asiático que es la India.
Siento las oleadas de calor y veo sus bazares con olor a incienso, con
finas alfombras, biombos con encajes, diosas de seis brazos , budas barrigudos,
dioses con trompa de elefante o aspecto de mono, autos que avanzan por
la izquierda a fuerza de bocinazos, mujeres de rostros velados, mendigos,
niños que te tocan porque vistes o eres de un color diferente al
de ellos, bicicletas, santones semidesnudos, más y más mendigos
andrajosos, mujeres de saris multicolores, piel de ámbar y andar
felino, monos en las cornizas de los edificios, vacas famélicas
comiéndose las plantas de los jardines del vecindario y… lentitud,
mucha lentitud, porque para ellos el sentido del tiempo es muy distinto
al nuestro.
También me veo en un hotel, que aunque antiguo, es muy elegante,
tanto como puede serlo el palacio de un maharajá, que por su origen
divino, tenía gran poder y riqueza, y que hoy ha perdido ambos.
Siento profusión de olores, perfumes frescos y puros, siento
la risa de un grupo de hombres bigotudos que cambian su cara ceñuda
por dos hileras de dientes blanquísimos, veo jardines exuberantes
con rejas doradas y senderos de mármol, sihks de grandes turbantes
que esconden su larga cabellera.
Al final del
día hago un resumen de todo lo visto, oído, olido y sentido,
y es una mezcla de estupor, alegría, emoción, asombro y atracción.
Sí, y deseos de seguir conociendo y sabiendo más y más
de este país tan exuberante, mezcla de modernidad y arcaísmo,
de sensualidad y ascetismo.
Me llama mucho la atención el mosaico de lenguas y dialectos,
razas y religiones. Entre los más de cien idiomas, están
el bengalí, urdú, nepalí, sanscrito, pero el idioma
oficial es el indi y además está el inglés que es
la herencia de los británicos en los setenta años de dominación.
Quisiera saber más de sus religiones pues he visto tantos
templos, me entero que son muchas y muy variadas, el hinduismo, la principal,
con una gran variedad de dioses como Vischnú, Shiva, Parvatí,
Brama, Kritshna, Kali, Ganesh y muchos más, algunos con figuras
humanas y otras con rasgos animales. En cambio, el islamismo que penetró
al país con la conquista musulmana (siglo XIII) es el monoteismo
más riguroso, y adora a un Dios sin rostro. En menor está
el budismo.
La religiosidad
empapa el pensamiento indio que cree en el karma, como resultado de acciones
cometidas en existencias precedentes ya que también cree en la reencarnación.
Pero lancémosnos de nuevo a la ciudad y veremos gentes que duermen,
cocinan, lavan sus ropas, se bañan, en fin, son los sin casa o intocables,
que viven en las calles y algunos también trabajan ahí: peluqueros,
dentistas, depiladores, encantadores de serpientes. Podremos ver elefantes
enfaezados, paseando turistas sobre sus grandes lomos.
Si vamos a Khajuraho visitaremos los templos eróticos dedicados
a adorar el sexo. A lo largo del país podemos encontrar algunas
familias que en sus casas tienen un pequeño altar donde ponen el
sexo de Shiva, pues para ellos es el símbolo de la fertilidad.
Quiero ir
a Bengala a conocer el Gauges donde multitud de peregrinos van a bañarse
en sus aguas sagradas y donde son arrojadas las cenizas de los cadáveres
de los fieles para ser purificadas.
También en Bengala, Benarés, Calcuta, veo santones
semidesnudos, barbudos, de grandes melenas que se restriegan ceniza en
sus cuerpos, signo de humildad… ¿o exhibicionismo?
Además hay leprosos, más mendigos, ancianos de rostros
nobles mirando con indiferencia, muchas mujeres hermosas en sus saris vistosos
que llevan con gran garbo, callejuelas abigarradas, calles solitarias y
por fin el mar, un bellísimo mar.
Siento la risita nerviosa de un grupo de mujeres, me vuelvo y creo
que les ha llamado la atención nuestro atuendo occidental.
No podría
abandonar este viaje imaginario sin visitar Agra, una de las maravillas
del mundo, el Taj Mahal, el mausoleo que el emperador mogol, Chah Mahal,
hizo construir para su esposa, es todo de marmol blanco, imponente con
torres en la cuatro esquinas y una gran cúpula central, la impresión
que deja es majestuosa.
Finalmente veo caminando a Ghandi, el gran Mahatma que dedicó
su vida a lograr la independencia de su país, la igualdad de derechos
de los intocacbles, es decir la abolición de castas y la paz entre
los hindúes y musulmanes, y que murió a manos de un nacionalista.
Ya el tren va llegando a su destino, ha sido un largo y bello sueño.
ELIANA
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