RECUERDOS DE PRAGA.

Una tarde luminosa de primavera, llegamos a la ciudad de Praga. Antes habíamos asistido a las festividades del 1º de mayo en Moscú. Uno de esos actos fue permanecer en la Plaza Roja, en una fila interminable, bajo una ventisca penetrante, hasta llegar a la urna de cristal donde yacía embalsamado Lenin.

Al arribar al aeropuerto de Praga, contemplamos las cúpulas, los campanarios y las copas de los árboles de la ciudad, los edificios de variados estilos arquitectónicos, de artistas de diferentes nacionalidades y épocas.

Nos regocijamos al ver pasar a los escolares y jóvenes universitarios por las calles y plazas con sus cortavientos semejando un enjambre de mariposas, en armonía con el colorido celeste de sus ojos y el rubio de sus cabellos. Nos pareció llegar a una ciudad mágica por la alegría de la gente, cantando y bailando al compaás de los acordes en las tabernas y cafeterías.

Nos sentamos en la plaza Wenceslao, en el centro de la Ciudad Nueva a recrearnos con el desfile de paseantes. En un inglés no muy fluido, conversamos con algunos de los oriundos de la ciudad. Comentaban acerca de la horrenda primavera de 1968, cuando los tanques rusos habían rodeado aquel paseo y amordazado a sus ciudadanos, infiltrándose en su gobierno y discriminando a sus habitantes entre gobernistas y disidentes. En ese momento, oí por primera vez hablar de Vaclav Habel, actual presidente de la República Checa, distinguido ensayista y político. Escribió varios ensayos sobre regímenes totalitarios, lo que lo llevó a la cárcel más tarde. Desde allí enviaba a su mujer, Olga, una serie de cartas que posteriormente se convertirían en el libro “Cartas de Olga”.

Habel estaba incomunicado, sólo podía enviar y recibir correspondencia de sus familiares más cercanos y con censura previa. Tanto él como su esposa, en sentido simbólico y entre líneas, se referían inteligentemente a las actividades políticas de la época, sin que las autoridades jamás se percataran y censuraran algún párrafo.

Otras primaveras tan hermosas y atractivas para los turistas, han tenido un sentido negativo en sus habitantes. Recordamos la llamada “Revolución de Tercipelo”, en 1989, en el cual Habel tuvo que presenciar la división de Checoslovaquia en las Repúblicas Independientes Checa y Eslovaquia. Vaclav fue elegido presidente de la primera, vive actualmente luchando contra un cáncer al pulmón y ha estado al borde de la muerte tres veces, estos últimos años. Se comenta que ha perdido su popularidad al enviudar y volverse a casar con una actriz joven, Dasa, 17 años menor que él. Sin embargo, incluso el escritor Milan Kundera, ha terminado por describir su vida como “una obra de arte”.

Praga, atravesada por colinas y profusión de torres, cúpulas y chimeneas, al igual que casi todas las ciudades europeas, está constituida por la “Ciudad Vieja” y la “Ciudad Nueva”, situada a la orilla del río Moldava, y por el “Barrio Pequeño”, en donde se encuentra la zona del Castillo Real.

La “Ciudad Nueva” de estilo art-nouveau o Liberty, posee teatros y edificios señoriales. La “Ciudad Vieja”, es famosa la Torre del Ayuntamiento. A las 12 del día pudimos ver la figura de la muerte, un esqueleto tira la cuerda de la mano derecha, activa un reloj de arena que porta en la otra mano y se abren dos ventanas desde donde salen los doce apóstoles que dan una pequeña vuelta antes de volver. El Turco, símbolo de la lujuria, mono vecino a la muerte, sacude la cabeza de un lado a otro, un gallo canta y el reloj marca la hora. Es una escena teatral completa.

Estuvimos frente a la casa en que vivió Franz Kafka, en donde soñó y creó tantos personajes interesantes, que parecían aún morar ahí; como Gregorio Samsa, quien aparece en el libro Metamorfosis. Al comienzo de la obra dice: “esa mañana, después de una noche de sueños intranquilos, Gregorio Samsa, comprendió que se había convertido en un enorme insecto”. También visitamos la casa que habitó el poeta Jan Neruda, a quien admiró, adoptando su apellido, nuestro gran Pablo.

Muchas veces he vuelto al puente Carlos, sobre el río Moldava, en memoria del Rey Carlos 1º, y he observado el paisaje con sus tranvías eléctricos que suben la colina y regresan. Me he detenido en las escalinatas que rodean el monumento a Huss, el primer rector checo de la Universidad de Praga; he vuelto a admirar a los jóvenes de cortavientos multicolores; he llegado a la iglesia más antigua, Nuestra Señora de la Victoria, en cuyo altar se encuentra el Niño Jesús de Praga, donado a la ciudad el año 1628, por una noble de la época; y también he vuelto a contemplar la plaza Wenceslao ardiendo de tulipanes.
 
 

FRESIA
 
 
 
 

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