DE COMO NO CONOCER EL ALTIPLANO CHILENO.

Por el mes de noviembre del año pasado me di una vueltecita por la ciudad de Arica, todo gracias a un seminario de profesionales relacionados con museos y textiles. Luego de una agotadora semana de exposición de trabajos e intercambios de secretos profesionales, la agenda incluía un viaje por el día a la zona del Lago Chungará. Es tanta la belleza del lugar aquel que decidí repetirme el plato de la visita. La cosa era un tour contratado, con bus para todo el grupo, un guía turístico, máscaras de oxígeno para las emergencias y comidas a lo largo del camino.

En los días previos la gente de la agencia de turismo nos dió instrucciones de comer poco, dormir bien antes del viaje (cosas que no hicimos porque la noche anterior fue la comida final del seminario) y advirtieron que las personas que sufren de hipertensión podían tener algún tipo de problema, pero que aparte de los enfermos, la gente no solía tener complicaciones en un viaje por el día, de ida y vuelta, a los 4.800 mts de altura del Lago.

Con todas estas advertencias, la falta de sueño y el cansancio acumulado de una semana de seminario, paseos y comidas apuradas por la ciudad, nos embarcamos un día a las 7 AM en un bus que nos pasó a buscar al hotel. No tomamos desayuno, compramos harta agua mineral, algunos llevaron coca para mascar, yo me incliné por el agua de chachacoma, remedio para la puna que ya había probado exitosamente en mis subidas anteriores... y todo el mundo arriba, rumbo a las alturas.

Primera parada, apenas al salir de Arica, en las “colkas” en que los incas guardaban el grano, y vista de geoglifos en los cerros cercanos. Luego llegamos a Poconchile, donde tomamos desayuno con mate de coca y un sandwich. En las espaldas del restaurant se encuentra un cementerio parco de flores y abundante de maderos resecos y coronas de papel.

Seguimos subiendo por el Valle de Lluta, por una cuesta con más curvas que la Marilyn Monroe...  todo en orden hasta el momento... próxima parada en un cactus candelabro, el “Juanito”. Ya vamos en los 3.000 mts y aparecen las primeras víctimas de la altura, dolores de cabezas varias... empiezan las recomendaciones: caminen lento, no corran, no se agachen bruscamente.

Luego seguimos hacia Copaquilla, unos cientos de metros más de altura... lugares de interés arqueológico y en el bus un grupo de arqueólogos, antropólogos y profesionales de museos, todos muy curiosos... ¡mala mezcla! Nos acompaña un arqueólogo del Museo de Azapa, por lo que las explicaciones son más largas que las habituales, aparte de que somos un grupo bueno para la chacota... El reloj empieza a funcionar en contra, ya vamos atrasados.

Varias paradas más adelante, a unos 4.000 mts de altura bajamos del bus para ver y tocar las llaretas ... primeras disfunciones estomacales serias... pobre de mi socia, la víctima en peor estado. Yo voy “como tuna”, mi agua de chachacoma ha funcionado a la perfección.

De vuelta en el bus, el guía nos habla de la autosugestión y otras yerbas, aparte de recordar que hay que moverse leeeento. Recorremos más kilómetros, subimos unos cientos de metros más... en el camino hemos visto vizcachas, guanacos, vicuñas; el día está brillante, el sol quema la piel, la sed abunda; al igual que los dolores de cabeza, mareos varios, estómagos revueltos, rostros de un verde pálido muy malsano.

Llegamos a Parinacota, pequeño pueblo con una iglesia muy antigua, vestigio del paso de los españoles cuando llegaron a estas tierras. Adentro hay una mesa que permanece amarrada a una estaca de la sacristía; cuentan que si no la amarran la mesa sale de noche a recorrer el pueblo y golpea la puerta de alguna casa... lo que trae como consecuencia directa que uno de sus habitantes se muera. La mesa en cuestión tiene las patas bien gastadas, como si realmente caminara... la cuerda que la ata está desgastada por el canto de la muralla... ¡glup!

No muchos pudieron disfrutar de los encantos del pueblo... varias víctimas del mal de altura están en el bus, con máscaras de oxígeno... al guía le llegó un aletazo de desesperación de alguien que se negó al oxígeno... es que la falta del vital aire es desesperante, años atrás me tocó sentirlo en mi propia cabeza, corazón y estómago.

Por fin llegamos a la meta (con 2 hrs de retraso): el Lago Chungará, a 4.800 mts de altura , regando las faldas de los volcanes Parinacota y Pomerape... el refugio de la Conaf, algunos aymaras ofreciendo artesanías y objetos varios, la aduana y el desfile de camiones bolivianos, argentinos, brasileros... apenas el bus se detiene al costado del refugio salen corriendo unos cuantos colegas de los asientos traseros... siguen los males estomacales... unas lloran, los otros no se apean; algunos valientes descienden del bus y se aventuran a acercarse al Lago, yo entre ellos, todavía estoy incólume, gracias a la bendita agua de chachacoma, recetada alguna vez hace 13 años por un lugareño.

Llegamos a la orilla... fotos, mi socia semi recuperada posa conmigo, hay vicuñas bastante audaces, permiten que uno se acerque a 4 o 5 mts ... el cielo de ese azul lujurioso, las aguas gélidas mecidas mansamente por el viento... algunos colegas aventuran algún chiste sobre el triste espectáculo de una manga de pobres santiaguinos y extranjeros apunados.

Vuelta hacia el bus... ¡oh oh!... siento un sospechoso dolor en la nuca, me empiezo a mover más despacio, me acerco a las vicuñas y me siento en unas piedras, a ver si se me pasa... peor... trato de hiperventilar, no pasa nada. Mejor me devuelvo al bus. Hay una mini subida hasta el pavimento de la ruta... ayayay, siento que algo baila en mi cabeza, llego al lado del guía y educadamente le pido permiso para sujetarme de su brazo pues me siento mal... ¡mejor sujétame que me voy a desmayar!... no me cree... ¡me voy a desmayar!... al fin me da crédito y me alcanza a sujetar por la cintura justo cuando se me doblan las rodillas. El arqueólogo invitado, acostumbrado a estos trotes, me toma del pelo y me obliga a doblar la cabeza sobre las rodillas y luego me levanta violentamente... entra una buena cuota de oxígeno a mis pulmones, pero no es suficiente.. otra vez, flexión sobre las rodillas y arriba... mantengo la calma, sé lo que me está pasando... siento que me hablan, ¿puedes caminar?... no todavía... respiro, respiro, mi cabeza es escenario de un extraño baile de puntos negros, luces y aire gélido.

Al llegar al bus subo por mis propios medios... pido una dosis del vital oxígeno... me siento, respiro tranquila... ya pasó, no me den oxígeno. Me duelen los oídos, como si alguien me los presionara... comienza el regreso. Casi nadie se enteró de mi percance, estaban peor que yo.

De regreso me duermo y despierto a la entrada de Putre, donde debemos almorzar, aunque son casi las 6 de la tarde. El bus se detiene y otra vez show de carreras por el pasillo... la puna también ataca cuando uno va bajando. Unos cuantos afirmados en la muralla, botando lo que ya no tienen en el estómago. En el restaurant amablemente preparan un reparador consomé. El guía nos apura, ya es muy tarde, hay que volver a Arica... a la subida del bus un piño de ovejas pasa entre nubes de polvo y rayos del rasante sol vespertino... todo el mundo arriba del bus.

Todavía quedan 3.500 mts por descender y más de 100 kms de carretera... los estómagos, cabezas y oídos siguieron sufriendo... una parte del grupo ya va en franca mejoría. El guía me comenta que jamás le había tocado un grupo taaaan desastroso; piensa que es la suma de más paradas y más largas que las habituales, los que nos hizo estar más tiempo sobre los 4.000 mts... ¡mala mezcla!.... tanto especialista, tanta chacota, mucho cansancio... el balance final fue lamentable, por decir lo menos, pocos alcanzaron a disfrutar algo del esplendor altiplánico chileno.

La gran conclusión del viaje fue ¡nunca más subir en un solo día!... para la próxima se hace el obligado aro de una noche en los 3.000 mts... ¡nada de cuentos!
 
 

BRUJA
 
 
 
 

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