LA EVENTUAL CARTELIZACION DEL COBRE

Desde hace ya un tiempo, la industria energética y minera está experimentando un proceso de fusiones entre las grandes empresas que la componen.

Particularmente, los ejecutivos de las compañías del cobre se sobaban las manos, ya que comentaban que “la concentración es una forma muy inteligente de coordinar.” Tal sentencia aludía específicamente a que la fusión de las grandes empresas del cobre podría significar que ellas adopten medidas tendientes a prácticas propias de un cartel.

Como ya se había visto en las industrias del petróleo, aluminio y químicos básicos, el mercado ha apuntado al surgimiento de colosos industriales, con el objeto de aprovechar las ventajas que eso implica. Esto quedó plasmado en las acciones que tomó Phelps Dodge con el fin de tomar el control de Cyprus Amax. Las consecuencias de este hecho no han dejado indiferente al ambiente minero nacional y aún más, a las autoridades chilenas. Es más, han causado una gran conmoción, y sucede justo saliendo de una de las peores crisis de la historia de la industria cuprífera. Además está el caso muy reciente de la adquisición de Rio Algom por parte de Billiton, luego de la deserción de la misma Codelco.

Tras estas verdaderas megafusiones se han formado empresas que producirán volumenes del orden del millón de toneladas al año, amenazando a Codelco del liderazgo que ostentaba desde su creación en 1976. Sin que este hecho por sí solo signifique un efecto sobre Codelco, es evidente que obliga a una toma de conciencia de los ejecutivos nacionales, en el sentido de que es necesario mantenerse atento a los cambios para mantener la competitividad dentro del contexto mundial.

Pero, ¿qué ventajas reales puede tener la concentración de la industria para las empresas que la conforman? Entre las ventajas que se vislumbran, son una mayor solidez financiera, el acceso más expedito a tecnologías más avanzadas y el aumento en el poder negociador frente a proveedores y refinerías. Todo esto contribuye a abaratar costos, producir economías de ámbito y sinergias.

La idea de algunos ejecutivos es que los grandes productores de cobre se puedan coludir, con el objetivo de influir en las leyes de la oferta y la demanda y así lograr beneficios para sí mismos. Esto puede llegar a la formación de un cartel, donde las compañías que lo conforman trabajan conjuntamente para elevar los precios y restringir la producción, fortificando su patrimonio. A pesar de que esto es ilegal dentro de los contextos nacionales, esto es más difícil de controlar en un contexto internacional; además, las empresas se pueden sentir tentadas a practicar una colusión tácita, es decir, abstenerse de competir sin llegar a acuerdos explícitos.

Los beneficios de la colusión pueden ser abundantes cuando ésta se practica con éxito. Se ha demostrado que el precio con que opera un oligopolista colusorio es idéntico al de un monopolista, es decir, el precio es muy superior al costo marginal y el cartel obtiene todos los beneficios de un monopolio.

No obstante, existen muchos obstáculos para que haya una verdadera colusión. Sin ir más lejos, los países productores de petróleo han tratado desde 1973 de formar un cartel a través de la OPEP. La estrategia sólo duró dos años, cuando uno de los países miembros empezó a producir más de lo pactado, generando una competencia de precios. De este ejemplo se puede ver que para que un cartel se pueda crear debe existir un agente central que asigne cuotas de producción a cada firma. Aunque últimamente la OPEP ha vuelto a funcionar (gracias a las gestiones de -entre otros- el presidente venezolano Hugo Chávez), esto es muy difícil de sustentar en el largo plazo.

Sin embargo, existe un incentivo para desobedecer a este agente central, haciendo trampa en el cartel, ya que una empresa miembro, dentro del nuevo contexto, se sentirá impulsada -bajo el lema de maximizar beneficios- a expandir su producción hasta que el ingreso marginal se iguale al costo marginal. En la práctica, se ha observado que los miembros de carteles incrementan levemente la producción, para que no sea demasiado notorio y seguir así perteneciendo al cartel. A esto han surgido entidades supervisoras del cartel, las que implantan mecanismos coercitivos que fiscalizan a las firmas e implantan un régimen de castigos para los que burlen el acuerdo de colusión. Aunque esto puede desarrollarse en la realidad, el proceso de fiscalización y coerción puede llegar a ser demasiado costoso, teniendo consecuencias tan altas como la salida de alguno de los miembros que se considere muy afectado. Estos costos de supervisión son menores a medida que la industria está más concentrada, lo que facilita la colusión. Por otro lado, una empresa que crea que su patrimonio se ve afectado por la asignación de una cuota injusta, o que crea que otros miembros se ven más beneficiados que ella, tiene un incentivo a abandonar el cartel uniéndose a la competencia del mismo.

Se ha observado entonces que aunque la tendencia a la integración horizontal de la industria del cobre puede ser vista como una oportunidad para subir los precios artificialmente y así lograr mayores utilidades, existen muchos obstáculos para que esto se concrete finalmente.

Asimismo, es necesario hacer un cuestionamiento ético a la colusión de las empresas para subir sus precios. A pesar de que las firmas pueden explicar conductas colusorias con la excusa de que al hacerlo ellas están siendo llevadas sólo por su afán de cumplir con su premisa de maximizar utilidades, cabe destacar que el hacerlo ellas están provocando un impacto el la economía y en la calidad de vida de la sociedad. Es decir, el comportamiento colusorio es contraproducente con el bienestar social.

Por lo tanto, compañías del cobre deberían pensar en que los cambios que recién comienzan en la industria minera representan un nuevo desafío para mantenerse competitivos, pero no para obtener ventajas indebidas, ya que éstas no siempre se dan en la realidad. Debe existir el ánimo de seguir reduciendo costos y mantenerse atentos a los cambios, ya que la concentración va a significar una interdependencia estratégica de las empresas rivales, en que cada una reaccionará ante la conducta de las demás. Ese debe ser el espíritu de quienes dirigen las empresas del cobre y sobre todo de Codelco, ya que como empresa pública sus actos afectan directamente a toda la sociedad chilena.
 
 

ADRIAN PEÑALOZA SEGOVIA

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