EL, ELLA, LOS DOS Y TODOS NOSOTROS
Girados, en Chile
Escuchaba sus voces y miraba a la gente a mi alrededor, allí,
hipnotizados como yo con
el ambiente, tranquilo, romántico, sensual. No imaginé que
fuese así, después de todo sólo tengo memoria de un
recital en ese mismo recinto, uno del argentino Charly García cuando
tenía 12 años, donde grité y bailé, entendiendo
poco, los chistes que éste decía al público. Descubrí
todo lo que me había perdido en esos años que estuve fuera
del ámbito hispano, me sabía la mitad de las canciones, pero
eso no fue un impediemnto para disfrutar de ellos y esa atmósfera
que crearon, tampoco el viento helado que corría de rato en rato,
siguiendo la curva de las galerías, haciéndome tiritar y
acercarme disimulada al mocetón grandote de mi derecha, usándolo
como escudo.
Entre el cielo y el suelo hay algo
con tendencia a quedarse calvo de tanto recordar
Con su pelo rojo, amistosa, increíblemente talentosa, quejándose
un poco del frío,
la española Ana
Torroja abrió el espectáculo. Cantó canciones
antiguas y nuevas, algunas de Mecano, el grupo al que perteneció,
y que a todos los que ahora estamos entre los 20 y los 30, nos trae recuerdos
bárbaros, y otras, muy buenas, de su álbum como solista.
Su voz fenomenal lo inundaba todo, ahondado en los corazones y haciéndonos
corear al unísono.
Advertí que el mocetón de mi derecha tiritaba a causa
del viento y miraba de reojo a su acompañante, era posible notar
que aún no eran pareja, y que él estaba esperando el momento
preciso para ese primer beso.
Yo seré el viento que va
navegaré por tu oscuridad.
Bajo los gritos de todos nosotros entró el español,
Miguel
Bosé, vestido de rojo y luego de verde, cantando y moviéndose
sobre el escenario. Hizo
un recorrido por las canciones conocidas, esas famosas que recordamos todos,
y las nuevas. Pese a que desde el lugar en que estaba se veía como
de diez centímetros, se notaba su altura y cuerpo fornido. Bailaba
dando giros, haciéndome recordar a mis compañeras que estudiaban
ballet, en mi infancia, y que yo trataba de imitar, pero nunca pude hacer
más de dos vueltas con un solo impulso, él es un experto
de los giros y los movimientos de caderas y las miradas sensuales, que
pude ver a través de la pantalla gigante y los binoculares plásticos,
que compré a un vendedor dentro del recinto, y que hacían
gritar al público.
El show estaba muy bien organizado comenzó justo a la hora,
pese a la enorme fila de gente que esperaba para entrar, mis amigos y yo
tardamos una hora en llegar a las puertas y lograr una ubicación.
Primero cantaba uno, luego los dos y luego el otro, sus voces nítidas
y las luces del escenario creaban un ambiente cálido, pese al frío,
emocionante y mágico. Los ocho músicos y el coro de tres,
que los acompañaba, terminaban de completar el show, haciéndolo
realmente cautivante.
Hicimos que volvieran al escenario dos veces. Cerraron con un potpourri
de las canciones más conocidas, y el cumpleaños feliz, que
todo el público le cantó a uno de los músicos, que
cumplía años justo ese día, y miraba agradecido. Pensé
en lo emocionante que debe ser para ellos, el contacto con el público,
sentir el aprecio. Pese a que saben que toda esa gente está allí
simplemente pora verlos, en el escenario están expuestos, entregados
al público y lo que siente, sabiendo que éste puede hacerlos
llegar lejos, o acabar con sus carreras en un instante.
Las luces se apagaron y la gente fue dejando el lugar tranquilamente,
relajados, abrazados a sus parejas o deseando haber asistido con una, para
poder abrazarla. No volví a ver al mocetón de mi derecha,
pero debe haber logrado ese beso.
AZUL
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