¡SOLO PARA NOSOTRAS!
Día martes, 11:00 PM. BABLE.

Llegamos un poco antes que el show comenzara, saltándonos los juegos y cantos del animador, como me dijeron luego que nos sentamos en una mesa al lado del escenario. Me habían invitado ya un par de veces, pero me negué por falta de tiempo, ataques de responsabilidad, y la certeza de que andaría en calidad de zombie todo el resto de la semana. Pero esta vez, las ganas de romper la rutina y vivir una experiencia nueva, fueron más persuasivas.

No sabía bien qué esperar. Me habían dicho que esos lugares eran fomes porque “¿qué sacas si al final sólo puedes mirar y no tocar?”. Pude comprobar que quien dijo esas palabras, nunca había estado en un sitio como éste y, probablemente, se había dejado influenciar por las películas hollywoodenses, donde son mujeres las que bailan y los asistentes no pueden tocarlas más que para poner billetes por ahí y por allá. Aquí, las espectadoras dejan de serlo al momento en que el primer hombre pone un pie en el escenario, se abalanzan cual tigresas sobre esos cuerpos duros, torneados, seductores, y no hay nada que las detenga.

Aunque muchos piensan que estos bailarines deben tener un ego muy elevado ya que semana tras semana despiertan los deseos de cientos de mujeres, creo que el que éstas los vean sólo como un cuerpo para el rato, debe hacerlos sentir algo incómodos, pues los pone en un plano donde el hombre no está acostumbrado a estar. Los hace pasar de macho a objeto, de cazador a presa.

Las instrucciones eran precisas, apenas comenzara la música, debíamos dejar la mesa y pelear un puesto al borde del escenario. El ambiente estaba cargado de expectación, había muchas mujeres celebrando sus despedidas de solteras, también otras, como mis amigas y yo, que buscaban matar la curiosidad. Me llamó la atención ver a hombres entre el público, pues estaba convencida que estos shows eran sólo para mujeres. Había escuchado que esa es la regla en las presentanciones de los Chippendales, y así aparece en la película Full Monty (Peter Cattaneo, 1997). Por eso pensé que Chile, se estaba poniendo más abierto de mente, y que aquí también gays podían disfrutar de estos shows. Pero luego me enteré que, inmediatamente después de la presentación, el local se transforma en pista de baile, y pude comprobar que el público masculino, esperaba ese momento para abalanzarse, perversa e inteligentemente, sobre las asistentes, cosechando los frutos del show.

El animador anunció a los bailarines: "Chayanne, Luis Miguel, Ricky Martin, Comanche". Las mujeres gritaron, se acercaron al escenario, yo logré una muy buena ubicación detrás de una pequeña barra, y me puse a bailar al compaz de la música doblada por esos hombres, que subían al escenario uno a uno, y que tenían un parecido increíble a quienes imitaban, dependiendo, claro, de la cantidad de licor en el sistema de quienes los observaban.

Tal vez por algo de timidez, pese al ambiente, no quise hacer que los bailarines se me acercaran demasiado, así que recordé una frase que la actríz Kate Winslet, dice en la película Jude (Michael Winterbottom,1996): “los hombres nunca harán nada al menos que la mujer les de el pase”. Con eso en mente, me quedé tranquila detrás de la barra, coreando las canciones y observando con complicidad, la actitud de mis congéneres y sus seductores. Debí suponer que la frasecita tendría excepciones. Comprobé que mientras menos gritas, te acaricias el cuerpo y estiras las manos queriendo tocar lo que venga, más se te acercan. ¿Tal vez porque una actitud tranquila hace aflorar, en estos hombres, su espíritu cazador?

Luis Miguel, atravesó el escenario, se paró frente a mí, a dos centímetros de distancia, y mirándome fijamente a los ojos quitó el micrófono de su boca, yo corrí la cara y él rozó, con sus labios entreabiertos, la comisura de los míos. Las mujeres a mi lado gritaron, otras me miraron celosas, y una comentó que debí haberlo besado. Luego vino Chayanne, que entre baile y canto, pasó rapidamente sus dedos por mi escote, para terminar acariciándome la barbilla.

¡Sí!, definitivamente cuando la presa no ocupa el rol del cazador, éste deja de actuar con cautela. Así que si alguien quiere toda la atención del mundo, en estos shows, debe hacer el menor escándalo posible, casi hacerse la indiferente, y si por el contrario, quiere mantener a estos seductores a una distancia cómoda, la mejor forma de hacerlo es llamarlos hasta quedar casi afónica, amenazar con quitarse la blusa apenas te miran y estirar las manos dejando ver que desearías que fuesen elásticas. 
 
 

AZUL
 
 
 
 

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