EL PARAGUAS.
Nada pasó entre ella y yo, sólo entró en mi
vida por unos minutos como si tuviera que ser así. Eran poco más
de las nueve, y la lluvia arreciaba, cuando la divisé, parada, frente
a un semáforo.
- ¡Qué locura! salir en una noche como esta sin paraguas.
Sin dudarlo, me acerqué a ella.
- ¿Compartimos el paraguas?.
Me miró extrañada, achinando sus ojos para evitar la
lluvia.
- Si no es molestia, te lo agradecería. Mira como estoy, salí
de casa antes que lloviera y, por supuesto, sin paraguas.
Acerqué mi cuerpo al de ella y la cubrí. Se tomó
de mi brazo con naturalidad y de un momento a otro caminamos unidos como
una pareja más en la noche. El silencio que vino a continuación,
produjo una agradable sensación de complicidad. Sentía hasta
los más mínimos detalles en ella, así es que cuando
se estremeció por el frío y lo mojado de su abrigo azul,
le propuse:
- Tengo una muy buena idea, te invito a tomar un café aquí
cerca. Podrás sacudir tu abrigo y secar algo tu pelo. ¿Te
parece? Y quién sabe si deja de llover.
Vaciló un momento para luego aceptar la invitación.
Sentado en una acogedora mesa para dos, ví como se dirigía
al baño. Mientras la esperaba, pensé en lo que estaba sucediendo,
por alguna circunstancia había llegado a mi vida esa mujer. Regresó
un tanto cohibida, entonces pude apreciar lo atractiva que era, tenía
facciones armoniosas y un pálido lunar cerca de su boca sonriente.
Dejó su abrigo en el respaldo de la silla, su mirada chispeante
le daba un aspecto de inocencia. Allí, mientras saboreábamos
ese café me enteré que hacía unos meses estaba casada
y que ese atardecer, había reñido con su marido por primera
vez, saliendo precipitadamente de su casa.
- Y ya vez en lo que ha terminado mi precipitación. Dijo
Ahora pienso que la tuve tan cerca y la dejé escapar. Era
tan nítida que no supe como abordarla. Miraba a la ventana una y
otra vez, y luego de un momento se puso de pié para decirme:
- Creo que debo llamar un taxi, mi marido debe estar preocupado.
Gracias por todo, nunca olvidaré lo que hiciste por mí.
Fueron sus últimas palabras, tomándome las manos.
Volví muchas veces, en noches de lluvia, con la esperanza
de encontrarla, parada en el semáforo, con su abrigo azul, dispuesta
a compartir mi paraguas y un café.
RAG
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