TIPICO DE VOSOTROS LOS CHILENOS
Todo partió cuando una amiga de mi madre llamó a mi
casa y pidió hablar conmigo. Quería que yo fuera el guía
turístico de una española que estaba alojando en su casa
desde hace un par de semanas. Al principio, la idea no me pareció
muy buena, pero cuando ella propuso pagarme por el trabajo terminé
por aceptar.
-Dígale que nos juntamos mañana a las 10 a la salida
del metro Universidad de Santiago.
-Te lo agradezco mucho, Martín -dijo ella antes de cortar..
Llegué puntualmente y me puse a esperarla. Me di cuenta que
no tenía idea cómo se veía la persona a la que debía
encontrar. Debo confesar que tuve la esperanza que se tratara de una Penélope
Cruz. Estaba evocando la voz ronca de esta actriz cuando vi a Nuria. Era
una adolescente de unos 15 años, pálida, de pelo oscuro y
algo gordita. Iba vestida con unos jeans gastados y una polera de un grupo
de rock que yo desconocía. Venía directo hacia mi, con una
expresión de falta de sueño en su cara. No era precisamente
una Penélope Cruz, pensé.
-Tú eres Martín, ¿o me equivoco? -dijo a modo
de saludo-. Yo soy Nuria.
-Hola -contesté-. Tenemos que apurarnos porque el bus debe
estar a punto de partir. Te voy a llevar a Valparaíso.
-Vale. Pero tienes que tener paciencia; antes debo encontrar un cajero
automático.
Una vez acomodados en el bus, le pregunté por qué había
elegido a Chile como destino de viaje. -En realidad fue un castigo, tío
-contestó ella-. Lideré una revuelta en mi escuela. Estábamos
hartos de tanta injusticia. Mis padres no lo entendieron y me obligaron
a pasar una temporada aquí.
-Me parece comprensible. ¿Qué has hecho desde que llegaste?
-De todo un poco.
-¿Y qué te ha parecido...?
-Veo que te gusta hacer preguntas -me interrumpió ella en
seco.
Me ruboricé por su comentario. -Es verdad. Es que soy periodista.
Hasta junio trabajé en una agencia, pero ahora estoy cesante.
-¿Sabías que en Chile tenéis sólo un
tercio de personas en paro en relación a España, proporcionalmente
hablando, claro? Eso se lo escuché a un tipo en la tele.
-No, no lo sabía -contesté.
-Pues, debieras. Un periodista debe estar al tanto de todo, incluso
si no tiene trabajo -dijo Nuria con sarcasmo.
Su carácter me había tomado por sorpresa. Tardé
un buen rato en familiarizarme con su particular estilo. Tuvimos un par
de conversaciones similares durante el resto del trayecto- en las cuales
Nuria fue la protagonista indiscutida- hasta que ella misma decidió
ponerles fin encendiendo su personal estéreo.
Al llegar a Valparaíso, lo primero que hice fue llevarla al
edificio del Congreso.
-Antes funcionaba en Santiago -le expliqué tomándome
en serio mi papel de guía-. Está acá desde el 90,
pero ahora hay algunos parlamentarios que están intentando trasladarlo
de vuelta a la capital.
-Ya -dijo ella sin mostrar mucho interés por mi explicación
y añadió: me muero de hambre, joder. Busquemos mejor un lugar
para almorzar.
-Está bien -dije y miré mi reloj-. Te voy a llevar
a un lugar donde sirven una comida típica de acá, que se
llama chorrillana. Seguro que te va a gustar, pero te advierto que es una
bomba de colesterol.
-Venga, busquemos esa bomba.
Durante el trayecto, Nuria casi no dijo palabra. Había perdido
su locuacidad a causa del hambre. Esta actitud, por desgracia, sólo
le duró hasta tener un gran plato de chorrillana frente a sí.
-Los chilenos son muy tímidos- fue lo primero que dijo al
recuperar el habla.
-¿Cómo lo sabes si no llevas mucho tiempo acá?
-Fácil. Lo sé porque soy observadora. Y, además,
tú eres chileno y eres tímido. En España conocí
a otro chico de Chile y él también era tímido. Eso
lo comprueba.
-No sé si estoy de acuerdo contigo -dije-. Quizás antes
éramos más así. En todo caso, creo que hay de todo,
como en todos lados.
-Esa es otra característica típica de vosotros: teméis,
más que a nada en el mundo, a quedar mal. Por eso no os atrevéis
a contrariar, a pesar de que estéis seguros de tener la razón
... tal como tú lo acabas de hacer.
Ahí me encontraba yo: escuchando unas baratas clases de idiosincrasia
nacional dictadas por una extranjera adolescente. Me estaba empezando a
poner de mal genio.
-¿Vives con tus padres? -atacó de nuevo.
-Sí.
-Ajá.
-¿Qué significa eso de ajá?
-Nada. Sólo que me lo esperaba. Vivir con los padres a tu
edad es algo impensado en mi país. Yo apenas cumpla los 18 me largo
con mi novio.
-¿Y cómo es tu novio? Alguien perfecto, supongo -dije
tratando de imitar su sarcasmo.
-No seas gilipollas. Claro que no tengo novio. No tomes todo tan
al pie de la letra-. Luego miró a su alrededor y dijo: mejor será
que pidamos la cuenta. Me apetece ir al mar.
Pasamos la siguiente hora recorriendo el puerto y luego tomamos una
micro hasta Reñaca porque Nuria insistía en que deseaba mojarse
los pies en el mar. Cuando por fin pudo hacerlo, volvió rápidamente
hacia mi, quejándose por lo frío del agua.
-Hostia, que casi me congelo. Necesito tomar un poco de sol para
recuperarme-. Dicho esto, apoyó su cabeza en mi estómago
y tras un momento pareció quedarse dormida. Yo, por mientras, me
puse a calcular, primero, a qué hora estaría de vuelta en
casa y, segundo, en qué iba a invertir el dinero que me había
ganado por el viaje.
-¿Qué vas a hacer hoy por la noche? - interrumpió
Nuria mis cálculos.
-Eh..., tengo que cuidar a un sobrino de 2 años -mentí.
¿Por qué me lo preguntas?
-Porque tenía pensado invitarte a casa. Tú me simpatizas
mucho, por si no te has dado cuenta. ¿Por qué no te vienes
a almorzar mañana, entonces? Me apetece volver a verte. En casa
estaríamos tranquilos porque todos salen a trabajar por la mañana
y no regresan hasta que oscurece.
-Me encantaría, pero mañana tengo que salir nuevamente
fuera de Santiago. Debo ir a ver una posibilidad de trabajo que me ofrecen
en Talca -mentí nuevamente y con sorprendente tranquilidad-. Quizás
en otra ocasión.
Ella se volvió y me miró directamente a los ojos. Comenzó
a acercarse y cuando nuestros rostros estaban a escasos centímetros
de distancia dijo: -Esto sí que es lo más típico de
vosotros los chilenos. No podéis decir las cosas de frente. Si no
deseas verme más, sólo tienes que decírmelo.
Estuve totalmente de acuerdo con lo que ella había dicho.
Sin embargo, no admití que no quería volver a verla. En lugar
de eso, inventé una tercera excusa.
MARTIN
cuéntame
qué piensas
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