APOGEO Y DECLINACION DE BONVALLET
A mediados de la década de los noventa, nace el fenómeno
comunicacional llevado a cabo por el ex futbolista Eduardo Bonvallet.
Su discurso frontal y apasionado crea
un gran impacto de sintonía, que llega a las masas e incluso a la
dirigencia política, económica y deportiva. Inolvidables
son las jornadas cuando su áspera voz retumbaba tras un silencio
absoluto perturbado sólo por la chicharrienta sintonía AM
de la radio Nacional. Durante aquella época se forjó el Bonvallet
comunicador, bajo el seductor discurso que aseveraba que algún día
podríamos ser campeones del mundo.
La inusual dureza de sus términos y la envergadura de los
que se convirtieron en sus rivales le valieron numerosos problemas judiciales
que incluso lo llevaron a la cárcel. Sin recurrir inicialmente a
un abogado, surge así ante la opinión pública como
un icono ante la opresión de los “poderes fácticos”.
Mientras, día a día nos volvíamos menos tolerantes
a la asfixiante mediocridad local, ahora desnudada por la arenga imperfecta
de Bonvallet. Sin duda que infundía esperanza en un pueblo acostumbrado
a las derrotas y siempre mezquino de excelencias.
En su mejor
época uno se podía parar en un semáforo y contar los
automóviles que sintonizaban su programa. La enorme efervescencia
generada permitió que se generara el clima que la selección
nacional de fútbol necesitaba para clasificar al Mundial
de Francia. Su “sapiencia futbolística” era comprobada día
a día, e incluso sus consejos eran acatados a regañadientes
para no contravenir el clamor popular.
Tildado también de loco, su particular glosario de términos
“enriqueció” nuestro vocabulario informal; luego todos hablaban
del “cero posibilidad”, del “no existe” o de la “parafernalia”.
Memorables eran las ocasiones en las hervía de rabia cuando
la selección chilena perdía y su programa televisivo era
transmitido en vivo justo después de los partidos.
A pesar de la enorme sintonía de los programas, Bonvallet
cimentaba su éxito sólo en sus dotes de orador y en sus conocimientos
de fútbol. Era talento en bruto, pero nunca fue un talento pulido.
Aunque solía criticar a algunos futbolistas porque tenían
habilidades pero que no las trabajaban con disciplina y tesón, no
era consecuente con esto ya que él mismo siempre decía que
no preparaba los programas. Este hecho, por sí solo, hizo que su
discurso se tornara repetitivo y que perdiera la fuerza de antaño.
Sin duda que la alocución de Bonvallet tenía varias
facetas: una mística, una
sarcástica, una del hombre sufrido, etc. Pero, ¿cuál
era el Bonvallet que concitaba el interés de la opinión pública?
o mejor dicho ¿cuál era la mezcla correcta de “ingredientes”
que debía contener su discurso? Probablemente ni él lo sabía;
nunca se deben haber hecho estudios al respecto. De hecho, nunca tuvo buenos
asesores que lo aconsejaran en tal sentido. Bonvallet nunca se rodeó
de personas capaces de gestionar su imagen y su discurso de manera de proyectarlo
estratégicamente en el tiempo y así mantener su popularidad
y credibilidad. Un líder de opinión siempre tiene que contar
con los mejores asesores; no fue así con Bonvallet.
Además se atrevió a criticar y atacar a algunos de
los ídolos deportivos nacionales, tales como Iván Zamorano
y Marcelo Ríos. En el caso del primero, la gran popularidad del
futbolista lo hicieron impermeable a las críticas, afectando en
cambio al comentarista. Luego se le ocurrió insinuar una supuesta
orientación homosexual del tenista (cuando lo llamó “Chinito
cochinón”), fundamentándose en débiles y absurdos
argumentos. Ante el evidente error, esa vez Bonvallet no tuvo más
remedio que callar y salir con la cola entre las piernas.
Posteriormente, en su programa de conversación concreta una
ansiada entrevista el mismísimo general Pinochet, que sin duda hizo
que perdiera credibilidad ante los adversarios políticos del ex
jefe del gobierno militar. Sin duda fue un error ya que históricamente
los líderes de opinión que se han mantenido al margen de
la política son los que han tenido mayores posibilidades de perpetuarse
y aumentar su influencia.
Actualmente todavía se le puede escuchar en su ahora reducido
programa de cuarenta y cinco minutos de la radio
Zero, comentando el alicaído fútbol
nacional. Hoy en día ya no se escucha su voz tras un sepulcral
silencio, sino que en medio de cortinas sonoras de su particular y deplorable
gusto musical. Ahora hasta dice garabatos. Se dedica también a su
nueva y aburguesada labor: dictar charlas motivacionales en empresas. Paradójicamente,
también apareció en el show televisivo que más criticaba,
el Viva El Lunes.
Finalmente, se puede apuntar que la necesidad de líderes de
opinión positivos es muy importante en la sociedad actual. Tales
personajes deben asumir su rol en forma responsable, asesorándose
en forma adecuada para evitar excesos, actitudes y torpezas que los hagan
caer de su sitial, como ha sucedido con Eduardo Bonvallet. Quienes guían
la opinión colectiva pueden influir notablemente en la esperanza,
los sueños y la sensatez de los pueblos. Más todavía
en el deporte, que se constituye en un desahogo espiritual de la modernidad.
Así, con líderes positivos, podemos llegar a cimentar una
sociedad mejor y, por qué no, pensar en ser algún día
campeones del mundo.
ADRIAN PEÑALOZA SEGOVIA
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